Elecciones y gabinete
Jorge Arturo Estrada García.
Las elecciones en Coahuila serán una batalla campal. Los gobiernos en funciones están desprestigiados y no tienen resultados que presumir. Tanto el PRI como la oposición están en pie de guerra. El árbitro electoral no es confiable y la ley de la entidad es muy restrictiva. Se jugará con dados cargados y en un entorno de irritación social.
Hay muchos factores en la ecuación y la fórmula se vuelve explosiva. Separatismo de La Laguna, escándalos mediáticos, la mega deuda, las fortunas del moreirismo, de Javier Villareal y de Chaires. El exgobernador Humberto Moreira rumia su ira en Europa pero busca su regreso. Él quiere convertirse en el cacique de la política de Coahuila, señalan algunos observadores. Percibe la debilidad del actual gobierno y de la clase política de Coahuila en general. Y ya trabaja en sus proyectos. Políticamente no se ha ido. Su presencia se siente en muchos lugares.
En La Laguna, hay quienes lo identifican como un promotor del movimiento separatista a través de algunos personeros.
Los resultados electorales favorecerán al PRI, aseguran los enterados. Pero será interesante ver cómo se consiguen y cómo reaccionarán los ciudadanos. La irritación contra el moreirismo es palpable, pero la apatía de los coahuilenses ante los malos gobiernos, ya es proverbial.
Durante casi ocho años, el moreirismo ha dividido a los partidos opositores y casi los ha pulverizado. También alentó la llegada de una ensalada de mini partidos, construyó una ley sumamente restrictiva y colocó a Leopoldo Lara Escalante, un personero del grupo en el poder, quien se ha destacado como un árbitro electoral poco confiable.
En el PRI, David Aguillón está en pie de guerra. David sabe que su futuro político, está en juego. Con su estilo rudo, responde golpe por golpe los ataques de la oposición. No le puede fallar a su jefe Rubén Moreira. Aguillón, junto a Miguel Riquelme y Armando Luna son considerados los “delfines” del gobernador.
La contienda se da, básicamente como un duelo de desprestigios, en una cancha de fango. Los candidatos del PRI son cartas muy jugadas y con pésimos antecedentes, pero con un pasado de elecciones ganadas. Rubén y el PRI juegan a lo seguro, con sólo 15 y 30 días de campañas. La maquinaria, reparada luego del descalabro de julio pasado, será fundamental para las victorias.
En la oposición, sólo la aparición de Isidro López le mete algo de novedad a los procesos. Durante los escándalos del moreirismo no surgieron liderazgos opositores fuertes. Los incipientes líderes fueron combatidos con fiereza. Armando Guadiana está alejado y perseguido; y Memo Anaya es atacado, desprestigiado y está muy debilitado.
El frente opositor que intentaron Guadiana y Anaya fue saboteado y dinamitado sistemá- ticamente por los operadores del gobernador.
Así, con una pléyade de partiditos y candidatitos, se buscará dividir los votos de castigo al moreirismo para sacar adelante a sus aspirantes.
De esta forma, sin resultados brillantes, casi sin obras, con poca credibilidad, sin confianza de gran parte de la población, el moreirismo se reagrupa. En este momento, se trata de sacar las victorias como sea. El gobernador ya no corteja ni suma a los coahuilenses, prefiere enfocarse en ganar en las urnas.
El gobierno estatal ya casi completa el primer tercio del sexenio. Se ha caracterizado por administrar los problemas sin resolverlos de fondo. No sólo por falta de dinero o decisión, más bien por falta de capacidad, de ideas y proyectos relevantes.
El gabinete de Rubén se devaluó rápida- mente. La plantilla se fue desgastando y ahora parece escuadra de la división de ascenso. Hay múltiples conflictos intestinos y demasiadas salidas y enroques.
La reconstrucción de la seguridad en la entidad, va lenta. No basta la decisión firme del gobernador si los encargados no lo hacen bien y completo. Así, ni el procurador Homero Ramos Gloria, ni Armando Luna han cumplido a cabalidad sus encomiendas.
Luna tampoco ha destacado en ninguno de sus cargos. Peleado con el Procurador, ya sacó a Gerardo Villarreal de seguridad pública. Pero ha sido ineficaz en la tarea de que los 38 alcaldes cuenten con policías confiables y completas. Grandes porciones de la entidad y de las zonas urbanas no son patrulladas, vigiladas y sus habitantes viven en el temor, están en manos de los delincuentes.
Homero Ramos no puede ni siquiera encarcelar a las bandas de roba carros y de ladrones de hogares y comercios. Impunidad e ineficacia. Nadie de la estructura de la procu le hace caso.
Armando, se ha convertido en el tercer eje por medio de cuales Rubén gobierna. Luna es ya jefe del gabinete, desplazó de la tarea a María Esther Monsivás quien sigue siendo una colaboradora efectiva en tareas precisas, y en conflicto añejo con David. El tercer eje es David Aguillón quien tiene la encomienda de hacer ganar al PRI y mantener la supremacía electoral del moreirato.
Tras el desastre financiero que colapsó a Coahuila, ya se instauró el orden, pero ya no se recuperó la confianza. Tanto Ismael Ramos como Chuy Ochoa desgastaron su prestigios, y nadie se explica por qué continúan encubriendo públicamente los desfalcos del Gobierno de la Gente y de Javier Villarreal. Ambos destacados operadores financieros ya no son garantía de confianza ni de buenas cuentas.
Jorge Verástegui, el flamante garante de la transparencia del sexenio, es un personaje poco creíble tanto para la iniciativa privada, como para sus ex patrones. Él como muchos, trabaja para conservar el trabajo y hace lo que le indican y así poder seguir cobrando su sueldo. Su desgaste es rápido.
Los blindajes y la presencia de algunas ONG´s y clubes de servicio en sus eventos parecen tomaduras de pelo. Mientras la opacidad se mantenga en los temas torales, la transparencia en Coahuila es sólo cosmética.
Jesús Saracho y Noé Garza, no se caracterizan por ser muy activos y eficientes. Con largas trayectorias, nunca destacaron por sus desempeños. Tanto en Desarrollo Social, con Rodrigo Fuentes como en Salubridad, con José Lauro Cortés los relevos son al bote pronto, y ambos personajes todavía deberán demostrar poder con los retos.
Así, con colaboradores muy limitados y con escasa iniciativa, el gobierno estatal gobierna al margen de los ciudadanos, con resultados magros. El gabinete no juega en equipo, no hay innovación, no son incluyentes y no aportan prestigio. El divorcio entre el gobierno estatal y los coahuilenses sigue siendo enorme. Ya le fallaron al gobernador, otra vez.
Jericó Abramo, Eduardo Olmos y Ramón Oceguera fueron pésimos alcaldes, dejan a los municipios más importantes de Coahuila casi en ruinas y a merced de la delincuencia. Fernando de las Fuentes y Ricardo Aguirre son recordados por holgazanes, cínicos y por heredar deudas y policías corruptas. Y es así como se redondea el escenario electoral.
Rubén Moreira llega a su segunda prueba electoral del sexenio, con una derrota estatal por el senado a cuestas. Ahora, en un entorno más controlado, con la ley y el árbitro a su favor, espera mejores números. Ante todo, el gobernador es un apasionado de la política partidista y electoral, es un experto. Y disfruta ganar elecciones.
El primer domingo de julio es el turno de los ciudadanos. Con su presencia o su ausencia en las urnas dirán la última palabra.
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